
Hay que moverse, sólo poner un pie delante del otro. Todo menos quedarse quieto.
Últimamente he empezado a comprender a Forrest Gump: Se sintió desconcertado y decidió solucionarlo poniéndose a correr sin más.
Mirando hacia atrás he descubierto que desde que soy una Walden Runner, apenas tengo momentos de desconcierto, tengo momentos altos y bajos, pero camino con la barbilla levantada y la vista puesta en el frente.
Este mes hago medio siglo y me llueven los comentarios tipo:
-“Mamá que mayor eres ya!!!”, “pero no digas tu edad!!!” “prepárate la que te espera, se te caerá todo, las hormonas empezarán a hacer de las suyas, o se esfuman o se desparraman, empezarás a tener calores y estados de tristeza incontrolados….” Glup, la que me espera.
Hace años, cuando empecé a correr por el Monte del Pilar, apenas había mujeres corriendo, sin embargo me cruzaba siempre con una señora de unos cincuenta años. La observaba maravillada de que alguien con “las hormonas descontroladas” pudiera trotar tan fácilmente y me preguntaba si cuando cumpliera sus años seguiría corriendo.
El sábado se abrió el cielo apenas una hora entre tanta lluvia, me puse una gorra y me lancé al Monte. Estaba precioso después de tantos días de lluvia aunque fue una carrera de obstáculos con tanto barro y charco. Llegando ya a la caseta del guarda, empezó a nevar de nuevo, levanté la cabeza y la ví, los copos de nieve le caían sobre el pelo. Me entró un escalofrío.
Debe tener unos setenta años.
Sonreí.
¡Mientras siga moviéndome, las hormonas no importan, con ellas o sin ellas seguiré avanzando!
La zona de Confort.
El sistema solar se mueve a una velocidad de unos 217.000 km por segundo aproximadamente. La tierra gira sobre su propio eje y alrededor del sol. Las estrellas, los astros están en continuo movimiento. Todo a nuestro alrededor se mueve. Cambia.
Sin embargo, nosotros, nos empeñamos en detenernos. Trazamos un pequeño círculo con una tiza en el suelo, nos introducimos en él y tratamos durante toda la vida de no pisar su línea. Es nuestra “Zona de Confort”.
Dedicamos gran parte de nuestras energías a impedir que los cambios nos alcancen, colocamos un paraguas gigante sobre nuestro círculo para que no nos empapen los cambios y el suelo no se moje, no vaya a ser que patinemos y nos deslicemos ligeramente de nuestra zona.
Es imposible que nos concentremos en nuestros proyectos si por el rabillo del ojo desviamos nuestra atención a controlar que nadie ni nada ataque nuestra seguridad. La ansiedad y el estrés, como consecuencia de ello, toman posesión de nuestro cuerpo.
Confiemos en el movimiento, confiemos en el cambio.
Falsamente creemos que nuestra estabilidad y seguridad depende de sujetarnos fuerte y anclarnos en nuestro sitio. Desgraciadamente dentro de esa esfera morimos poco a poco. Muere nuestra mente, muere nuestra alma y muere nuestro cuerpo.
Mi incubadora
Adquirí conciencia de todo ello con el running, o más bien, el Walden Running.
La incubadora de mi Start Up: mis proyectos fue mi running.
Entré en ella en estado bruto buscando moldear mi cuerpo a base de quemar calorías, lo confundí con un horno y, para mi sorpresa, salí convertida en otro producto. Fue incluso algo más, una aceleradora de mis proyectos.
Cambió mi mente y mi alma. El subproducto fue moldear el cuerpo.
El proceso.
1º.- El primer paso: Abrir la puerta de la incubadora.
El simple hecho de ponerse las zapatillas implica pisar la línea que demarca la zona de confort.
2º.- El segundo paso: Entrar en la incubadora.
Correr dentro de la respiración, entornando los ojos hasta alcanzar el flujo a través de la Meditación o del Mindfulness pone en funcionamiento la tecnología punta de la incubadora para que los cambios empiecen a producirse lentamente.
¿Qué es fluir?
Daniel Goleman lo define así en su libro “Inteligencia emocional”: “Un estado de olvido de uno mismo en el que la persona se encuentra absorta en la tarea que está llevando a cabo que desaparece toda conciencia de sí mismo y abandona hasta las más pequeñas preocupaciones de la vida cotidiana (salud, dinero e incluso el hecho de hacerlo bien). Las dificultades desparecen y el rendimiento cumbre parece algo natural y cotidiano. Este es solamente inducido por una intensa concentración”
Mi cambio.
Aprendí a entregarme a la vida sin reproches, a extraer de cada experiencia el recuerdo bonito y la enseñanza.
Aprendí a confiar en las puertas que se cierran y a creer en las que se abren.
Mientras trotaba de esa manera, olvidándome de mi, absorta en el movimiento, las pequeñas preocupaciones de la vida cotidiana dejaron de ser importantes (salud, dinero e incluso el hecho de hacerlo bien). Las dificultades desparecieron y salí de la incubadora, mi Walden Running, con la sensación de que el rendimiento cumbre es algo natural y cotidiano, siempre que nos subamos al tren, salgamos de la zona de confort y no tratemos de detener el tiempo.
Sonrío por ello, porque mientras siga trotando, la edad no importa, seguiré avanzando aunque la mente no me acompañe, ésta va siempre a la zaga, tan sólo en el Walden Running se fusiona con el alma y el cuerpo.
Mente, cuerpo y alma cogidos de la mano nos transforman en una potente máquina capaz de sortear las dificultades y salir fortalecidas del proceso.
Pilar Amián
Fundadora del Walden Running
pamian@metodowalden.com