
Hagamos el propósito estas Navidades de borrar del mapa de nuestra vida pasada aquellas carreteras sinuosas o torcidas.
Cojamos una mopa limpia y pasémosla despacio y suavemente sobre la superficie de nuestra pizarra mental mientras repetimos el mantra de “perdono, perdono, perdono y perdono”. Debemos hacer esto conscientemente visualizando en el proceso uno a uno cada uno de los personajes y recovecos turbulentos de esa carretera hasta que quede un trazado sin escollos.
El acto de perdonar el pasado revierte en nuestro beneficio, nos libera de lastres y nos coloca libres ante el futuro, capacitados desde ese momento para proyectar una realidad llena de esperanzas e ilusiones. No perdonar nos a perjudica a nosotros única y exclusivamente porque nos incapacita para mirar al frente y ver las cosas bonitas que nos rodean, nubla nuestros ojos, centrando nuestra atención en el pasado que ya no tiene remedio. Las buenas oportunidades sobrevuelan nuestras cabezas y nos dejan de lado.
¿Acaso podríamos hacer una buena carrera si fuéramos mirando atrás? ¿No tropezaríamos cada dos por tres y además seríamos incapaces de disfrutar del paisaje?
Nosotros, solo nosotros, somos responsables de nuestra vida presente, jamás nuestros padres. No podemos echar la culpa a nadie puesto que somos libres de usar las herramientas con las que contamos, por pocas que sean y construir a partir de ellas la ilusión y esperanza o paralizarnos repasando las que no tenemos y deberíamos poseer y lamentándonos por ello.
Pongamos un ejemplo: Si tenemos que reparar una mesa rota y apenas contamos con instrumentos para arreglarla, tenemos dos opciones:
- Lamentarnos porque no tenemos el material adecuado, ni destornillador eléctrico, ni cola especial, ni otros instrumentos mientras que las casas de tus amigos si las tienen y la culpa es de tu mujer porque las dejó al vecino o de los niños que lo han perdido. La mesa se queda sin arreglar y la familia estresada.
- O abrir el cajón, mirar lo que ahí, tratar de solucionar el problema con los instrumentos que efectivamente tenemos sin mirar atrás. Hemos salido adelante.
Todos nos colocamos en la vida en la misma casilla de salida. Unos despegan con el saco lleno de bienes materiales y emocionales y otros lo llevan casi vacío.
No llegan más lejos los que más recibieron sino aquellos que supieron aprovechar lo que había dentro de su saco, por poco que fuera y comenzaron a caminar sin mirar el saco del vecino. Estos últimos construirán algo bonito seguro.
Nuestra Comunidad Walden, es consciente de esto y este es uno de los valores que tratamos de transmitir a nuestros chicos. La línea de salida está ahí al alcance de todos, no nos valen las excusas de que no tengo la constitución física de mi vecino, no tengo edad o supone mucho esfuerzo. Todos podemos trotar cualquiera que sea el contenido de nuestro saco, hemos nacido para ello, unos serán la liebre, otros el pelotón y otros el coche escoba, pero cada uno de ellos es importante y tiene una función.
Abramos nuestra mochila, observemos detenidamente su contenido: hay piernas, hay imaginación, hay ganas y hay corazón. ¿Qué más necesitamos? El resto no importa, con estas cuatro herramientas podemos construir la mejor mesa, podemos fabricar un mundo lleno de ilusiones y esperanzas para nosotros, para nuestros hijos, para nuestros familiares y para nuestros amigos.
Los únicos requisitos para unirse a nuestros Walden Runners son:
- Aprender a soltar lastre, perdonar al pasado porque con tanto peso sobre nuestras espaldas no se puede correr
- Aprender a levantar la barbilla, mirar al frente y sonreir.
Bienvenidos Walden, un mundo sin miedos, un mundo de esperanzas.
Pilar Amian
Fundadora y Creadora
Life Trainer
Método Walden