Entre el Covid, el temporal Filomena y el ligero dolor de mi pie izquierdo, llevaba casi dos meses sin correr.

El déficit de endorfinas lo he gestionado gracias a la dopamina que me ha generado cerrar, (tras 7 años), el libro del Método Walden.

Pero mientras lo editan y publican mis hormonas se han venido abajo de golpe así que he decido retar de nuevo a mi pie a pesar de las recomendaciones de prudencia del fisio. 😊

Salí sola para no presionarme, pero, aunque el pie, drogado por el movimiento, no me dolía, sentí el cuerpo como una masa de cemento.

Decidí ignorar los mensajes saboteadores de la mente (“estás desentrenada, ya no puedes”), con los trucos del Método Walden.

Tengo la certeza de que los músculos tienen grabados kilómetros y kilómetros de asfalto.

Tan solo fue necesario empoderar al cuerpo con algunas de las visualizaciones del #Runfulness:

Saqué al gorila empujando mis glúteos con sus manazas.

Uau!!!, mi core tomó la iniciativa del movimiento y las piernas se arrastraron detrás persiguiéndolo.

Logré subir la cuesta del campo del Atlético y me puse en la Avenida de España como si me hubieran empujado en una silla de ruedas.

3 kilómetros sin esfuerzo.

Proyecté a mi Golden (fallecido hace unos años) corriendo conmigo en el cielo.

Aproveché la recta camino de Mapfre para desbloquear la pisada. Elevé la mirada al cielo y visualicé a Saida corriendo delante de mí entre las nubes.  A veces volvía la cabeza y sonreía diciendo con sus ojos: “ Venga Pilar, te vas a quedar atrás? Salta conmigo.”

Troté hasta el límite de Pozuelo donde el letrero “Bienvenidos” despertó la prudencia y di la vuelta.

8 kilómetros suaves.

Un poco de hielo y me temo que mañana suspenderé la tirada hasta Boadilla, pero …… repetiré esta misma salida. Los 1 km pueden esperar otra semana 😊

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